BY: Lucia.Moreno
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Los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid golpearon duramente a los afectados y a sus familias. En este, perdieron la vida 192 personas y más de 1.800 resultaron heridas. Pero las bombas que explotaron impactaron también gravemente en la sociedad española, en especial a la madrileña. El pánico, la depresión y el estrés postraumático afectó a cientos de personas. Pero… 15 años después ¿nos hemos recuperado de ello?
Hoy 11 de marzo, se celebra el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo con el objetivo de homenajear y acompañar a las víctimas de atentados terroristas, así como para reivindicar y luchar contra este fenómeno.
El terrorismo es una grave problemática que está muy presente en nuestra sociedad, acabando con la vida de muchas personas en todo el mundo. En los últimos años, una diversidad de atentados terroristas han tenido lugar en distintos puntos de Europa: París, Niza, Berlín, Estocolmo, Barcelona… Ante esto, se nos plantean diferentes cuestiones ¿qué consecuencias tiene un acontecimiento terrorista sobre las personas que lo padecen?
Tras la vivencia de un suceso traumático son habituales los síntomas de ansiedad, estrés, desesperanza, miedo, confusión… y un largo etcétera. Esta sintomatología es normal, es como se suele decir “respuestas normales ante situaciones anormales”. Pero cuando estos síntomas se mantienen en el tiempo, y no se recibe una atención psicológica adecuada, pueden surgir distintas problemáticas de índole psicológica, siendo la más frecuente, aunque no la única el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)
El TEPT es una respuesta sintomatológica que una persona desarrolla después de haber estado expuesta a un suceso altamente estresante, debido a que ha amenazado su integridad física o su vida, o la de otras personas. La violencia sexual, los de ataques físicos, los asaltos, los secuestros, el abuso sexual infantil, el ser testigo de la muerte o de lesiones graves a otra persona, y el saber de la muerte o del asalto violento a un familiar o amigo cercano, son sucesos estresantes susceptibles de producir TEPT.
Los que no han vivido estas tragedias en primera persona también sufren y cuanto más traumática sea la situación, más personas se verán afectadas psicológicamente. Y eso fue lo que ocurrió con los atentados del 11-M: de las más de 13.000 llamadas telefónicas atendidas por los psicólogos, un 60% eran de ciudadanos con síntomas de ansiedad que no conocían a ninguna de las víctimas. El acontecimiento traumático puede compararse a una piedra arrojada en un estanque. Así, origina ondas que no sólo afectan a las víctimas propiamente dichas, sino también a aquellos que están cerca de ellas. Se trata de un efecto onda y de un efecto contagio.
La onda expansiva de un suceso traumático actúa en círculos concéntricos. En el primer círculo se encuentran las víctimas directas. El segundo círculo está constituido por los familiares, que tienen que afrontar el dolor de sus seres queridos y readaptarse a la nueva situación. Y puede haber un tercer círculo, correspondiente a los compañeros de trabajo, a los vecinos o, en general, a los miembros de la comunidad, que pueden quedar afectados por el temor y la indefensión ante acontecimientos futuros.
Como ya hemos dicho, todas son respuestas normales. La mayoría de las personas que estuvieron implicadas directamente tanto en el atentado de hace quince años, como en otros tantos, años después lo ha superado. Desde la psicología positiva están evidenciando que la respuesta más común ante una experiencia traumática, aún de corte delictiva, es la resiliencia (capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido de ella), seguida de la recuperación. Pues solo entre el 5 y 10 por ciento puede seguir teniendo ansiedad, trastorno depresivo o estrés postraumático. No obstante, tanto en aquellas personas más resilientes, como en las que existen importantes secuelas emocionales y físicas, resulta fundamental la ayuda profesional con el fin de superar el suceso traumático, así como para preservar la salud mental.