26 Nov 2018

BY: Lucia.Moreno

Peritaje Penal

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La Violencia de Género no es solo física

Hoy la forma de comenzar el post, es un poco diferente al resto de artículos que se han escrito. Antes de comentar sobre qué vamos a hablar, os dejamos una serie de frases para leer y reflexionar. Allá vamos:

  • “Ella me hizo que la pegara, todo el día me está provocando»
  •  “Solo la agarré para que me dejara en paz»
  •  “Quien no es celoso es porque realmente no ama a su pareja»
  •  “A veces los golpes son necesarios»
  •  “Pegar a mi mujer delante de los niños no importa, ellos no son conscientes»
  •  “El alcohol tuvo la culpa de lo que hice»
  • “No me acuerdo de nada”
  • “Ella no es un ángel»

Hora de reflexionar sobre las mismas… Tomaos vuestro tiempo…¿Ya?

Pues bien, debido a que el 25 de Noviembre es el Día Internacional contra la Violencia de Género, queremos dedicar el post de hoy a hablar de esta problemática ya que es una de las más importantes con la que se enfrenta la sociedad de nuestros días.

Desde un punto de vista clínico, la Violencia de género (a partir de ahora VG) se refiere a las agresiones físicas, psicológicas, sexuales o de otra índole, llevadas a cabo reiteradamente por parte de un hombre sobre la mujer donde ha existido una relación afectiva con o sin convivencia, con la intención de intimidar, atemorizar o forzar. Son pocas las parcelas de la vida de la mujer que no se ven alteradas debido a la situación de maltrato creada repercutiendo en la salud tanto a corto, como a largo plazo.

Todas las formas de violencia están interrelacionadas, sin embargo, los datos de investigación nos indican que las agresiones psicológicas predicen los primeros episodios de violencia física, de forma que el maltrato físico estaría íntimamente relacionado con el maltrato emocional para controlar y dominar a la pareja.

Intentamos no hacerlo, pero cuando vemos algunos casos de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, a veces es inevitable el preguntarse por qué no paró esos golpes, por qué no acudió en busca de ayuda, o por qué no denunció. Preguntas fáciles cuando a quien se le cuestionan es una persona que se encuentra bien, que no tiene excesivos problemas, que se siente querida por los suyos. Pero de las más difíciles de contestar si a quien se le inquiere es a una mujer maltratada, dominada, atemorizada y cuya autoestima está literalmente en el suelo. En la mayoría de los casos, la respuesta siempre es la misma, el miedo. No es sólo miedo al maltratador, es miedo incluso a los demás, al qué dirán, a perder a sus hijos, a no saber cómo sobrevivir cuando se acabe la relación.

La VG tiene una explicación multicausal, por lo que los agresores no presentan unas características sociodemográficas, psicopatológicas, o de personalidad homogéneas que sean fácilmente identificables. No existe un perfil del maltratador, sin embargo, sí que existen algunos factores de riesgo que están implicados en la agresión a la pareja. Algunos de estos pueden ser las distorsiones cognitivas sobre la mujer, las creencias que tratan de minimizar y justificar la violencia (véanse las frases con las que comenzamos el post), los celos, la necesidad de poder y controlar, un déficit en habilidades sociales y comunicativas, factores afectivos como ira, hostilidad, baja autoestima, dependencia, así como, el uso y abuso de sustancias, principalmente de alcohol. Todos estos factores, son modificable desde el punto de vista clínico, siendo el tratamiento psicológico de los agresores una vía de rehabilitación y reinserción social.

Finalmente, la labor forense relativa a dicha cuestión debe tener en cuenta, principalmente, tres aspectos o áreas de valoración. En primer lugar, establecer que el maltrato y la violencia psicológica ha tenido lugar, en segundo lugar valorar las consecuencias psicológicas (lesión psíquica o secuelas) de dicho maltrato, y por último, establecer y demostrar el nexo causal entre la situación de violencia y el daño psicológico (lesiones psíquicas y secuelas emocionales).

En todo este proceso, debemos tener en cuenta la posible victimización secundaria que pueden sufrir las víctimas, haciéndoles “revivir” varias veces su sufrimiento en una relación asistencial (médica, jurídica, psicológica, social, etc.). La victimización secundaria puede llegar a tener graves implicaciones tanto para la propia víctima como para el sistema penal. Para la primera, porque los efectos negativos señalados anteriormente pueden potenciar sentimientos adquiridos por la victimización causada por el propio delito. Y para el sistema penal, porque estos daños e inconvenientes, que pueden empeorar la situación de las víctimas, pueden producir determinadas reticencias en la ciudadanía a colaborar con el mismo, e incluso pueden provocar que muchas mujeres víctimas de violencia de género retiren su denuncia, perdiendo el proceso penal parte de su eficacia.

Para finalizar, nos gustaría transmitir un mensaje optimista y esperanzador. Es cierto que la cantidad de víctimas es alarmante y que la VG no tiene trazas de desaparecer próximamente, pero también es cierto que no todos los casos acaban de forma trágica. Hay muchas mujeres que logran salir de su situación y consiguen empoderarse (Fariña, Arce, 2006). También hay muchos agresores de género que consiguen reeducarse y adquirir otros patrones de comportamiento (Arce y Fariña, 2009). Poco a poco, nuestra sociedad está cada vez más concienciada sobre la importancia de la igualdad de género y de derechos, aunque sin duda, se están dando pasos adelante, no debemos conformarnos. Está en nuestra mano fomentar y extender una buena praxis que nos permita ser un recurso efectivo y reparador para la recuperación de una víctima, así como para conseguir la mejor actuación multidisciplinar jurídico-psicológica.

Referencias:

Arce, R., y Fariña, F. (2006). Psicología del testimonio y evaluación cognitiva de la veracidad de testimonios y declaraciones. En J. C. Sierra, E. M. Jiménez y G. Buela-Casal (Coord.), Psicología forense: Manual de técnicas y aplicaciones (pp. 563-601). Madrid: Biblioteca Nueva.

Arce, R., y Fariña, F. (2009). Evaluación psicológica forense de la credibilidad y daño psíquico en casos de violencia de género mediante el sistema de evaluación global. Violencia de género. Tratado psicológico y legal, 147-168.

19 Nov 2018

BY: Lucia.Moreno

Peritaje de Familia / Peritaje de Menores

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¿A quién quieres más, a papá o a mamá?

Anteriormente dedicamos un post a las consecuencias que podía tener la ruptura conyugal en los menores (para leerlo pulsa el siguiente enlace: https://aigolocis.com/impacto-del-divorcio-en-menores/) . Sin embargo, hoy queremos centrarnos en cómo les puede afectar ser una parte activa dentro del conflicto conyugal, siendo una problemática que cada vez se observa con más frecuencia.

La ruptura conyugal es una experiencia muy estresante para los hijos que puede tener consecuencias a corto, medio y largo plazo y que es capaz, además, de generar problemas físicos, emocionales, escolares y sociales. Además, si a ello se suma que muchos de los padres “utilizan a sus hijos” como armas contra sus ex parejas, el daño producido al menor puede tener unos efectos devastadores.

Frases del tipo “¿A quién quieres más, a papá o a mamá?”, “tu padre/madre no se hace cargo de ti”, “no te quiere, ¿no ves que no me pasa el dinero de la pensión?” y un largo etcétera, deberían desterrarse del vocabulario de los adultos, pues deben ser ellos mismos quienes solucionen sus conflictos sin necesidad de hacer partícipes a los niños.

La manipulación del menor, se puede conceptualizar como un maltrato disfrazado y ejercido por los padres a sus propios hijos, obligándoles a tomar partido, triangulándolos en definitiva en el conflicto de la pareja. Lo que opinan los menores está sugestionado y/o mediatizado por su progenitor, formando alianzas a favor de uno u otro, entrando en la disputa como si fuera uno de los adultos. Según la bibliografía existente, esta manipulación por parte de uno o ambos padres para ponerlo en contra del otro puede tener efectos en la autoimagen y autoestima de los menores, en sus capacidades de tratar con los demás y mantener relaciones de apego seguras en el futuro.

Los niños no deben caer en un conflicto emocional de lealtad al tener que elegir entre uno de sus padres, debiendo quedar siempre fuera de conflicto. No tiene que recibir información de las crisis de sus padres, y menos aún oír quejas o reproches del otro progenitor.

Es fundamental comprender que la ruptura afecta a vuestros hijos, y que cuanto más cordial y educada sea ésta, en menor medida repercutirá en ellos y menos efectos y/o consecuencias tendrá. Por ello, desde Aigolocis os recomendamos la necesidad de medir la información que se da a los menores y que nunca tratéis de manipularles en vuestro favor. Si queréis solicitar más información sobre esta problemática o sobre cualquier otra, no dudéis en contactar con nuestro equipo.

12 Nov 2018

BY: Lucia.Moreno

Peritaje de Menores

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Hablemos sobre el acoso escolar

La mayoría de los lectores habrán visto en vídeos o a través de noticias o artículos que salen en los medios de comunicación la realidad actual sobre una problemática compleja que se da en las instituciones educativas, que no es otra que el Bullying o Acoso Escolar. En este post, vamos a exponer brevemente este fenómeno, que a pesar de hacer estado presente en las escuelas desde hace muchos años, la gravedad de las consecuencias que produce en la actualidad ha generado un aumentado del reporte que se hace a las autoridades. Y finalizaremos aludiendo a la perspectiva de trabajo que se realiza desde el ámbito de la psicología forense.

En primer lugar, el acoso escolar se define como una forma de agresión repetida y deliberada, que una o varias personas ejercen, a lo largo de un determinado periodo de tiempo, sobre otra que no tiene posibilidad de defenderse por la existencia de una situación de desequilibrio de poder o de fuerza, lo cual, genera en la víctima un estado de indefensión (1). Es necesario diferenciarlo de otras conductas como pueden ser aquellas en las que un alumno/a se mete con otro de forma amistosa o como juego o cuando dos estudiantes a un mismo nivel tienen una disputa. Y esto…¿en qué se diferencia del acoso escolar? En estos casos, principalmente encontramos dos figuras que podrían ser “equiparables”, es decir, no hay una superioridad y por tanto, las soluciones se encontrarían en intervenciones educativas y psicológicas que se realizarían desde el propio centro escolar.

Si bien está constatado que las situaciones de acoso comienzan a darse cada vez antes, según la literatura, se pone de manifiesto que es una conducta que tiende a disminuir con la edad, alcanzando su punto álgido en los primeros cursos de secundaria, para ir disminuyendo progresivamente hasta, prácticamente, desaparecer en los niveles superiores.

Otra singular característica del bullying es que cuando estas situaciones ocurren en el contexto escolar, muchos niños/as están presentes y son testigos de los hechos, pero a pesar de que la mayoría de estos testigos simpatizan con la víctima y desaprueban las acciones de los acosadores, en la mayor parte de los casos existe un rechazo a intervenir o informar a los adultos, y lo que es peor, en ocasiones incluso se pueden llegar a unir a las acciones que emplean y realizan los propios acosadores hacia la víctima (2).

Igualmente, con frecuencia se intenta encontrar la causa del acoso en el niño que es víctima de él, en sus características personales, buscando una posible “rareza”. De este modo, nos encontramos ante padres, profesores y otros adultos, que sin hacerlo de forma consciente, atribuyen a la víctima la responsabilidad de lo que le ocurre. Resulta fundamental entender que un niño puede convertirse en una víctima independientemente de sus características personales, sociales, culturales, etc.

El acoso escolar provoca una serie de consecuencias severas en la salud psicoemocional de los implicados (agresores, víctimas y espectadores, así como el contexto que les rodea). Algunos de los efectos que puede producir el bullying son el deterioro de la autoestima, ansiedad, depresión, fobia escolar e intentos de suicidio que repercuten de forma negativa en la salud mental de la víctima y en el desarrollo de su personalidad. Para quienes agreden, las conductas de acoso pueden volverse crónicas convirtiéndose así en la manera como buscan alcanzar sus objetivos, corriendo el riesgo de que más adelante puedan desviarse hacia conductas delictivas, violencia doméstica o de género; los espectadores pueden volverse insensibles frente a las agresiones que ocurren en su entorno no reaccionando ante las injusticias (3).

Para finalizar, queremos hacer mención a la labor de los psicólogos/as forenses en relación al acoso escolar. Pues bien, la actuación de este no puede limitarse a la evaluación clínica, sino que debe estar dirigida en primer lugar, a valorar la existencia de las características habituales y necesarias para que ser catalogado como posible caso de acoso escolar, ya que, afirmar la existencia de este fenómeno le correspondería al juez. En segundo lugar, se valorarían las secuelas/ huella psicológica. Debemos tener en cuenta, que el objetivo de todas las acciones del acosador, independientemente de su naturaleza, es producir un daño psicológico en la víctima, por lo que la evaluación de éste posible daño ha de ser el objetivo prioritario en la evaluación de las secuelas. En caso de alegarse lesión o secuelas, sería necesario finalizar con el establecimiento de un nexo causal entre estas y el hecho delictivo.

Nuestra labor profesional debe centrarse en la protección de TODAS las víctimas, sin embargo, los acosadores necesitan más ayuda psicológica si cabe para mejorar su autoimagen y crecer en empatía, pues esta empatía es precisamente la palabra clave para luchar desde el aula contra el drama social del acoso escolar.

Referencias:

(1). Smith, P. K., y Brain, P. (2000). Bullying in schools: Lessons from two decades of research. Aggressive Behavior: Official Journal of the International Society for Research on Aggression, 26(1), 1-9.

(2). Díaz-Aguado, M. J., Arias, R. M., y Seoane, G. M. (2004). Prevención de la violencia y lucha contra la exclusión desde la adolescencia. Instituto de la Juventud.

(3). Villota, M. F. E. (2015). El acoso escolar. Saber, ciencia y libertad, 10(1), 209-234.

05 Nov 2018

BY: Lucia.Moreno

Peritaje Penal

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¿Son los delincuentes sexuales sujetos de alto riesgo de reincidencia?

Hoy en nuestro blog, queremos hacer mención a una problemática social que se encuentra en el punto de mira de los medios de comunicación, y que preocupa sobre todo a los ciudadanos. Para ello, antes de empezar el post, nos vinieron a la cabeza varias preguntas, las cuales, vamos a ir contestando poco a poco a lo largo del artículo; la primera trata sobre ¿qué es la violencia sexual?, ¿cuál es el porcentaje de agresiones sexuales que se da en nuestro país? y una última que consideramos fundamental ¿son reincidentes los agresores sexuales? Si quieres conocer las respuestas, sigue leyendo.

En primer lugar, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como: “todo acto sexual, la tentativa del mismo, los comentarios o las insinuaciones sexuales para utilizar la sexualidad de una persona mediante coacción, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”. Es decir, ocurre cuando alguien fuerza o manipula a otra persona a realizar una actividad sexual no deseada sin su consentimiento, implicando unos efectos que pueden ser devastadores para las personas, familias y comunidades.

Seguidamente, al ser un campo especialmente complejo y problemático de análisis psicológico, cuando se habla de agresión sexual hay que tener en cuenta dos aspectos: el primero y más preocupante es que se desconoce el número real de agresiones sexuales. Los delitos sexuales encarnan una mínima proporción de la delincuencia (en torno al 1% del total de los delitos denunciados); no obstante, se sabe que la delincuencia sexual presenta una elevada cifra negra, por lo que cabe pensar que este porcentaje, si pudieran conocerse todos los delitos, como mínimo se duplicaría (1). El segundo de los aspectos es que no existen perfiles de personalidad prototípicos o característicos de ningún agresor sexual.

Aunque no existe como tal este perfil, la investigación sobre el tema, nos apunta a que los agresores sexuales suelen presentar problemas de tres tipos diferentes aunque interrelacionados: en sus preferencias sexuales, en su conducta social, y en sus cogniciones o pensamientos sobre las mujeres y su papel en la sociedad, sobre la sexualidad, y sobre las normas y valores sociales y legales acerca de qué puede y no puede hacerse en términos de comportamiento sexual humano. Estas creencias erróneas orientan su conducta sexual de una manera inapropiada, y, además, les permite justificar estos actos (2). Todo ello, deberá ser parte del tratamiento en los programas de intervención y prevención, siendo imprescindible que el individuo aprenda, por un lado, a controlar su conducta sexual inaceptable (la agresión sexual) y, por otro, mejore sus hábitos sexuales normalizados.

Contestando a nuestra última pregunta planteada, suele existir la creencia generalizada de que los delincuentes sexuales presentan una casi segura probabilidad de reincidencia, pero… ¿es esto realmente así? ¿son los delincuentes sexuales sujetos de alto riesgo de reincidencia? Los estudios no apoyan esta idea, encontrándose de hecho que tienden a reincidir menos que otros tipos delictivos y cuando reinciden lo hacen con mayor frecuencia en delitos no sexuales (3).

Entre las características que distinguen a los sujetos reincidentes de los no-reincidentes existen factores de riesgo inmodificables, que constituyen aspectos de su propia individualidad (p.ej., edad más joven, elevado perfil psicopático, alta excitabilidad sexual) o de su experiencia pasada (p.ej., mayor duración de la carrera criminal, trayectorias laborales inestables, perfil de víctimas desconocidas).

A pesar de que los agresores reincidentes sean una minoría, un objetivo de la psicología clínica, legal y forense debe enfocarse en ellos, sin olvidarnos en absoluto de las víctimas, pues todos los estudios concluyen que de entre todos los tipos de malos tratos, las agresiones sexuales, son las que presentan un mayor impacto psicológico.

De este modo, las repercusiones que sufre la víctima se pueden dividir en dos tipos: victimización primaria y secundaria. La primaria, sería la que engloba el impacto psicológico que tiene la agresión sobre la víctima; mientras que la secundaria, haría referencia a la interacción con los diferentes actores sociales como jueces, fiscales o policía con el fin de obtener una declaración, y/o el cuestionamiento que en ocasiones se realiza acerca del testimonio de la víctima basado en la constitucional presunción de inocencia del victimario (4).

En lo que respecta al equipo de Aigolocis, una parte primordial de nuestro trabajo consiste en no incrementar el sufrimiento de las víctimas, evitando en lo que esté en nuestra mano esta victimización secundaria. Si desea obtener más información sobre los informes periciales relacionados con este ámbito, no dude en consultarnos.

Referencias:

(1) Terry, K. J. (2006). Sexual offenses and offenders: Theory,practice, and policy. Belmont, CA: Thomson Wadsworth.

(2) Illescas, S. R., Pérez, M., y Martínez, M. (2007). El riesgo de reincidencia en agresores sexuales: investigación básica y valoración mediante el SVR-20. Papeles del psicólogo, 28(3), 187-195.

(3) Herrero, O. (2013). ¿ Por qué no reincide la mayoría de los agresores sexuales?. Anuario de psicología jurídica, 23.

(4) Durán, M., Moya, M., Megías, J. L., y Viki, G. T. (2010). Social perception of rape victims in dating and married relationships: The role of perpetrator’s benevolent sexism. Sex Roles, 62(7-8), 505-519.

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