BY: Lucia.Moreno
Peritaje de Menores
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La mayoría de los lectores habrán visto en vídeos o a través de noticias o artículos que salen en los medios de comunicación la realidad actual sobre una problemática compleja que se da en las instituciones educativas, que no es otra que el Bullying o Acoso Escolar. En este post, vamos a exponer brevemente este fenómeno, que a pesar de hacer estado presente en las escuelas desde hace muchos años, la gravedad de las consecuencias que produce en la actualidad ha generado un aumentado del reporte que se hace a las autoridades. Y finalizaremos aludiendo a la perspectiva de trabajo que se realiza desde el ámbito de la psicología forense.
En primer lugar, el acoso escolar se define como una forma de agresión repetida y deliberada, que una o varias personas ejercen, a lo largo de un determinado periodo de tiempo, sobre otra que no tiene posibilidad de defenderse por la existencia de una situación de desequilibrio de poder o de fuerza, lo cual, genera en la víctima un estado de indefensión (1). Es necesario diferenciarlo de otras conductas como pueden ser aquellas en las que un alumno/a se mete con otro de forma amistosa o como juego o cuando dos estudiantes a un mismo nivel tienen una disputa. Y esto…¿en qué se diferencia del acoso escolar? En estos casos, principalmente encontramos dos figuras que podrían ser “equiparables”, es decir, no hay una superioridad y por tanto, las soluciones se encontrarían en intervenciones educativas y psicológicas que se realizarían desde el propio centro escolar.
Si bien está constatado que las situaciones de acoso comienzan a darse cada vez antes, según la literatura, se pone de manifiesto que es una conducta que tiende a disminuir con la edad, alcanzando su punto álgido en los primeros cursos de secundaria, para ir disminuyendo progresivamente hasta, prácticamente, desaparecer en los niveles superiores.
Otra singular característica del bullying es que cuando estas situaciones ocurren en el contexto escolar, muchos niños/as están presentes y son testigos de los hechos, pero a pesar de que la mayoría de estos testigos simpatizan con la víctima y desaprueban las acciones de los acosadores, en la mayor parte de los casos existe un rechazo a intervenir o informar a los adultos, y lo que es peor, en ocasiones incluso se pueden llegar a unir a las acciones que emplean y realizan los propios acosadores hacia la víctima (2).
Igualmente, con frecuencia se intenta encontrar la causa del acoso en el niño que es víctima de él, en sus características personales, buscando una posible “rareza”. De este modo, nos encontramos ante padres, profesores y otros adultos, que sin hacerlo de forma consciente, atribuyen a la víctima la responsabilidad de lo que le ocurre. Resulta fundamental entender que un niño puede convertirse en una víctima independientemente de sus características personales, sociales, culturales, etc.
El acoso escolar provoca una serie de consecuencias severas en la salud psicoemocional de los implicados (agresores, víctimas y espectadores, así como el contexto que les rodea). Algunos de los efectos que puede producir el bullying son el deterioro de la autoestima, ansiedad, depresión, fobia escolar e intentos de suicidio que repercuten de forma negativa en la salud mental de la víctima y en el desarrollo de su personalidad. Para quienes agreden, las conductas de acoso pueden volverse crónicas convirtiéndose así en la manera como buscan alcanzar sus objetivos, corriendo el riesgo de que más adelante puedan desviarse hacia conductas delictivas, violencia doméstica o de género; los espectadores pueden volverse insensibles frente a las agresiones que ocurren en su entorno no reaccionando ante las injusticias (3).
Para finalizar, queremos hacer mención a la labor de los psicólogos/as forenses en relación al acoso escolar. Pues bien, la actuación de este no puede limitarse a la evaluación clínica, sino que debe estar dirigida en primer lugar, a valorar la existencia de las características habituales y necesarias para que ser catalogado como posible caso de acoso escolar, ya que, afirmar la existencia de este fenómeno le correspondería al juez. En segundo lugar, se valorarían las secuelas/ huella psicológica. Debemos tener en cuenta, que el objetivo de todas las acciones del acosador, independientemente de su naturaleza, es producir un daño psicológico en la víctima, por lo que la evaluación de éste posible daño ha de ser el objetivo prioritario en la evaluación de las secuelas. En caso de alegarse lesión o secuelas, sería necesario finalizar con el establecimiento de un nexo causal entre estas y el hecho delictivo.
Nuestra labor profesional debe centrarse en la protección de TODAS las víctimas, sin embargo, los acosadores necesitan más ayuda psicológica si cabe para mejorar su autoimagen y crecer en empatía, pues esta empatía es precisamente la palabra clave para luchar desde el aula contra el drama social del acoso escolar.
Referencias:
(1). Smith, P. K., y Brain, P. (2000). Bullying in schools: Lessons from two decades of research. Aggressive Behavior: Official Journal of the International Society for Research on Aggression, 26(1), 1-9.
(2). Díaz-Aguado, M. J., Arias, R. M., y Seoane, G. M. (2004). Prevención de la violencia y lucha contra la exclusión desde la adolescencia. Instituto de la Juventud.
(3). Villota, M. F. E. (2015). El acoso escolar. Saber, ciencia y libertad, 10(1), 209-234.