BY: Lucia.Moreno
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María estaba harta de que su marido no dijese la verdad. Le engañaba sobre cualquier cosa: lo que le apetecía comer, sus series favoritas, la hora a la que se levantaba, sobre qué había cenado…Lo hacía con gran naturalidad, parecía un profesional de la mentira, pero la realidad es que era un mitómano. Muchos os preguntaréis qué es eso, pues bien, seguid leyendo este post e iréis encontrando las respuestas.
¿Creéis que somos mentirosos por naturaleza? El 70% de la población sí, pero hay un 30% que es honesta hasta puntos insospechados. El reto es detectar a estas personas, pero también a ese 10% que siempre es mentiroso.
Desde pequeños nos enseñan que no hay que mentir, tenemos el ejemplo de que cada vez que mentía, a Pinocho le crecía la nariz; al pastorcillo nadie le hizo caso cuando realmente vino el lobo; así como, un pueblo entero alabó el traje inexistente del emperador hasta que un niño rompió el engaño. La moraleja de no decir mentiras y optar siempre por la verdad es un tema recurrente en la literatura desde muy temprana edad, y entonces ¿por qué mentimos?
“La mentira es la forma más simple de autodefensa”, decía la escritora y filósofa del siglo XX Susan Sontag. Se pueden mentir por muchos motivos, puede ser por el temor a las consecuencias de nuestros actos, para culpar a otra persona, por no querer asumir responsabilidades, por no enfrentarnos a problemas propios, para ocultar algo, así como, para conseguir una ventaja sobre otra persona o para obtener un beneficio que, diciendo la verdad, se duda de poder alcanzar. La mentira y el engaño son instrumentos para conseguir objetivos.
Sin embargo, mentir no es extraño. Muchas personas mienten, en mayor o menor medida. ¿Cuál es la diferencia entre la mentira considerada normal y la mentira patológica?
Cuando mentir se convierte en un hábito y es la única forma de relacionarnos con los demás, hablamos de MITOMANÍA.
La mitomanía, también denominada pseudología fantástica es un trastorno del comportamiento por el cual la persona afectada, tiene una conducta repetitiva del acto de mentir con la más absoluta naturalidad, lo que le proporciona una serie de beneficios inmediatos, como admiración o atención inmediata. Se trata de la invención consciente y demostrable de acontecimientos difícilmente comprobables y de falsedades desproporcionadas por cuya fabulación el protagonista no obtiene una ganancia aparente más que la aceptación de los demás y compensar sus bajos niveles de autoestima. Es un trastorno infrecuente que puede asociarse a otras patologías, particularmente a trastornos de personalidad.
El verdadero fin es deformar la realidad para contar una historia personal más llamativa. Al principio esas narraciones logran su efecto, cautivando a quien le escucha, que es lo que en definitiva mantiene esta conducta, además del miedo a ser descubierto.
Existen mitómanos muy conocidos como Enric Marco, que afirmó ser víctima del nazismo y haber estado en un campo de concentración, o el caso de Alicia Esteve que dijo estar en las torres gemelas en 2001 y llegó a representar a una asociación de víctimas de los atentados del 11 de septiembre. También es famoso el caso de Jean-Claude Romand quien se hizo pasar por médico e investigador de la Organización Mundial de la salud, y que con el fin de evitar el sufrimiento de saber que había mentido a su familia, acabó matándoles a todos.
No se debe confundir la mitomanía con la simulación, en la que el sujeto es plenamente consciente de los relatos que cuenta y de sus acciones. En la mitomanía se llega a un punto en que aunque se quiera, no se puede dejar de mentir pues ni siquiera es plenamente consciente de estar haciéndolo.
En definitiva, los mitómanos adoptan una posición que les hace parecer más importantes, afortunados, ricos o inteligentes. En una mitomanía el contenido y extensión de las mentiras son desproporcionadas, intentan crear una nueva y falsa identidad que llega incluso a creérsela. Inventa un mundo alternativo donde es el héroe, todos le quieren, y aborrece el mundo real, del que se aleja más y más cada día, sin embargo, como decía Alexander Pope, “el que dice una mentira no se da cuenta del trabajo que emprende, pues tiene que inventar otras mil para sostener la primera”.