BY: Lucia.Moreno
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Personas como mercancía: La esclavitud del siglo XXI
Hoy, 30 de julio, el equipo de Aigolocis se suma al Día Mundial contra la Trata de Personas. Probablemente, hayáis oído hablar de la misma, pero ¿sabéis realmente en qué consiste? ¿cuál es la cifra de víctimas? ¿ocurre en nuestro país?
La trata de personas es uno de los grandes problemas actuales que vulnera los derechos humanos. Se puede entender como la dinámica de captación, traslado y acogida de personas con fines de explotación, beneficio o lucro, tratándose de un delito que explota a mujeres, hombres y niños.
Los propósitos de la trata de personas son numerosos. A principios del siglo XX ya se comenzaba a hablar de “trata de blancas” haciendo referencia a las mujeres de raza blanca que eran trasladadas a países de Europa del Este, Asia y África para ser explotadas sexualmente. Desde ese momento, ha existido una especial vinculación entre la trata y la prostitución.
Sin embargo, no solo hacemos referencia a la explotación sexual, sino también al trabajo forzoso o la trata de niños para el combate armado, la comisión de delitos menores o la mendicidad forzada. Específicamente en lo que implica a menores, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), informan que los niños representan actualmente casi una tercera parte de las víctimas de trata detectadas.
Este delito, afecta prácticamente a todos los países del mundo. A nivel mundial, cada vez son más los países que detectan a víctimas y denuncian a los traficantes de estas mafias. Es un fenómeno muy complejo y parte de ello se debe a la dimensión internacional que posee. Además, este es otro de los motivos, por los que hasta ahora, los datos de los que se dispone únicamente muestran una parcela de la situación y la cifra negra es más significativa que en los delitos convencionales.
Hoy en día la trata de personas es el tercer delito que deja más ganancias al crimen organizado, solo detrás del tráfico de drogas y el de armas. Por todo ello, se celebra el Día Mundial contra la trata, pues son millones las personas que cada año son engañadas, vendidas, forzadas u obligadas a caer en situaciones de explotación de las que no pueden escapar.
BY: Lucia.Moreno
Peritaje Penal
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Más allá de los mitos de la esquizofrenia
Los trastornos mentales son más frecuentes de lo que muchos se imaginan, y pueden afectar a cualquier tipo de persona. A veces los prejuicios son más dañinos que la propia enfermedad mental, por eso, es tan importante recibir una atención adecuada como que la sociedad conozca y comprenda los problemas de salud mental.
Hoy, nos vamos a centrar en el caso de la esquizofrenia, uno de los trastornos más estigmatizantes tanto para la persona como para la familia, que generalmente se asocia con violencia, y descontrol, pero… ¿realmente es cierto?
Comencemos por el principio: Me han diagnosticado esquizofrenia, ¿y ahora qué hago? ¿qué significa esto? ¿estoy loco? ¿soy peligroso? ¿voy a hacer daño a mi familia/amigos? ¿me tienen que encerrar? ¿quién soy yo ahora? Estas son algunas de las dudas que pueden venirte a la cabeza, sin embargo, ¿por qué resulta tan estigmatizante?
La realidad y por lo que empiezas a plantearte que algo no está yendo bien, no tiene por qué ser por un acto violento, puede ser que hayas pasado una época muy difícil. No sabías bien qué te sucedía, tu familia tampoco llegaba a entender bien qué es lo que estaba pasando. Es posible que te aislaras en tu mundo, que aparecieran sentimientos de miedo y desconfianza, de tristeza y desmotivación.
Sin embargo, cuando te dicen esta etiqueta, la situación tampoco suele mejorar. Es posible que recuerdes lo que has leído tantas veces en prensa. Pues uno de los datos relevantes es el peso social que tienen en los medios de comunicación los actos violentos cometidos por personas con esquizofrenia, u otros trastornos mentales graves. Basta con un sólo acto violento por parte de una persona, para que durante mucho tiempo la gente “evite y rechace” a esa población. Imaginemos el titular: “Ejecutivo pierde los nervios y agrede a su jefe en el trabajo”, y ahora éste otro… “Esquizofrénico pierde los nervios y agrede a su jefe que le había contratado” ¿con qué idea nos quedamos?
En la medida que la sociedad y la persona conozca más sobre este trastorno, irá perdiendo estos miedos y prejuicios. De ahí la importancia que pueden tener este tipo de post para ayudar a entender lo que implica un trastorno de este tipo.
Aunque cada persona que lo padece tiene características específicas, la esquizofrenia es un trastorno mental que se encuentra dentro del grupo de los llamados trastornos psicóticos. Conlleva una combinación de varios síntomas como alucinaciones, delirios, lenguaje y pensamiento desorganizado, alteraciones emocionales, depresión, apatía, etc., una serie de síntomas que les desconectan de la realidad y que implica gran dificultad para llevar a cabo tareas cotidianas.
Si aún te quedan dudas, no, no estás loco. No eres un futuro criminal por el hecho de que te hayan diagnosticado esquizofrenia. Eres la misma persona aunque en un momento difícil, que debe tomar el control de su vida e invertir la energía necesaria en dominar este trastorno.
Puede tener diversas evoluciones, entre ellas la remisión total. El trastorno también puede progresar a largo plazo con remisiones y recaídas. El abordaje terapéutico de la esquizofrenia es integral, es decir, se realiza de manera global, combinando el tratamiento farmacológico y las terapias psicosociales. Del mismo modo, la atención a familiares de personas con diagnóstico de esquizofrenia resulta imprescindible ya que la familia constituye el principal recurso de atención, cuidado y soporte social e igualmente, es un suceso altamente estresante que afecta a todo el entorno familiar.
Para terminar, os dejamos un cómic que explica de manera eficaz y sencilla en qué consiste la esquizofrenia, aporta información sobre este problema de salud y además desmitifica los prejuicios existentes. Igualmente, ofrece una serie de recomendaciones a través de una historia basada en testimonios reales de su protagonista que aporta esperanza para la recuperación y la vida normalizada de las personas que tienen este tipo de problemas de salud.
¡Dejadnos vuestras impresiones!
BY: Lucia.Moreno
Peritaje de Menores / Peritaje Penal
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Desmontando mitos: Abuso Sexual Infantil
El abuso sexual infantil (ASI) está lleno de mitos y creencias, por eso a veces resulta tan complicado hablar de ello y prevenirlo. Existen una serie de obstáculos para el reconocimiento y la detección de las situaciones de abuso sexual, obstáculos que pueden además presentarse en todos los niveles de la intervención. La circulación de estos mitos en los contextos de intervención suele generar interferencias importantes que pueden tener severas consecuencias respecto a la protección infantil.
En el artículo de hoy, le daremos el espacio y tiempo necesario para aclarar algunos de ellos, ya que está en todos nosotros, el saber cuidar y proteger a nuestros niños.
MITO 1. Los abusos sexuales son poco frecuentes.
Realidad. Aunque es difícil calcular el número de casos de abuso sexual infantil, todos los estudios confirman que no es un evento raro ni poco frecuente. Los casos que se conocen oficialmente son solo aquellos que se reportan, pero se considera que el número de casos que no se reportan es mayor. Por ello, el ASI es una realidad que afecta a muchos niños, pues se estima en España que entre un 10% y un 20% ha sufrido algún tipo de abuso sexual en su infancia. Por ello, la prevención es indispensable.
MITO 2. Sólo las niñas son abusadas.
Realidad. Los niños también son víctimas de abuso sexual. Se estima que aproximadamente el 77% de los casos son niñas y el 23% son niños. Igualmente, las personas con discapacidad física o mental, independientemente de su sexo, tienen mayor riesgo de sufrir abuso sexual que cualquier otra persona.
MITO 3. Algunos “lo buscan” (principalmente los adolescentes).
Realidad. La diferencia de edad y poder impide al niño o niña tener una verdadera libertad de decisión. Las/os niñas/os y adolescentes nunca son responsables del abuso. Si bien es habitual escuchar este tipo de argumentos en relación con las víctimas adolescentes mujeres (sobre todo por el tipo de ropa que usan), no es poco habitual que un agresor utilice el argumento de la seducción en niñas pequeñas, lo cual evidencia un importante nivel de distorsión perceptual y cognitiva.
Así pues, el adulto es el único responsable del abuso, que es quien tiene que decidir qué es lo que hace con su propia excitación.
MITO 4. Los niños mienten con facilidad.
Realidad. Es poco común que un niño/a mienta sobre un tema tan delicado. Los pequeños rara vez hablan de algo que no conocen, especialmente con detalles.
En cuanto a las adolescentes, se suele considerar que utilizan estos relatos para llamar la atención o conseguir algún tipo de beneficio. Sin embargo, es difícil que una adolescente desarrolle un relato de ASI, sabiendo las consecuencias que esto originaría para sí misma y para su familia. En ambos casos, los profesionales cuentan con las herramientas necesarias para evaluar cuándo un relato es compatible o no con un hecho de ASI.
Por lo tanto, si un menor te confía que alguien ha estado abusando de ella o él, asegúrate de su protección y busca atención especializada.
MITO 5. Si ocurriera a un niño cercano, nos enteraríamos
Realidad. No son tan fáciles de detectar ni revelar, pues el secreto es el poderoso pegamento que une en muchos casos a abusados y abusadores.
MITO 6. La violencia acompaña siempre al abuso sexual.
Realidad. En la mayoría de los casos, el agresor utiliza estrategias como la amenaza, el engaño, los sobornos y la manipulación para impedir que el abuso sea visible para los demás y así continuar cometiéndolo sin ser descubierto.
MITO 7. Los niños son abusados por desconocidos.
Realidad. Aunque nos cueste aceptarlo, gran parte de las agresiones sexuales son perpetradas por personas que la niña/o conoce. Se estima que el 80% de los casos de ASI se comenten en casa, por un familiar. Esta es una de las razones por las que un abuso puede quedar silenciado por el miedo de los propios niños, que no entienden esa forma de querer que tiene un progenitor o un abuelo hacia ellos.
Estas personas suelen tener mayor y mejor acceso al niño, mayores oportunidades de iniciar y continuar el abuso, y suelen ser en su mayoría los abusos que duran más tiempo presentan peores consecuencias.
MITO 8. Se debe mantener en secreto para preservar la intimidad familiar.
Realidad. Equivocadamente se sigue pensando que el abuso sexual es una cuestión privada y que por lo tanto debería resolverse exclusivamente dentro del seno familiar, sin intervención externa alguna. El ASI es un delito y una forma gravísima de vulneración de los derechos de niños/as y adolescentes. En este sentido, es competencia del Estado garantizar que esos derechos sean protegidos cuando las figuras parentales fallan en tal propósito.
MITO 9. Una madre no permitiría o denunciaría siempre el abuso de un hijo.
Realidad. El ASI ocurre por lo común en secreto, estando presentes sólo el abusador y el niño y, por ende, no es extraño que la madre desconozca lo que está pasando. El secreto que impone el abusador a su víctima impide que la madre o cualquier persona pueda proteger a ese/a niño/a hasta tanto éste/a no cuente lo que le pasa.
MITO 10. Quienes lo cometen están locos.
Realidad. No existe un perfil psicológico del abusador, lo cual hace más difícil la prevención. Considerar al abusador enfermo o adicto es ignorar que el abusador actúa intencionalmente en busca de gratificación sexual, sin importarle el daño que produce. Esto es justamente lo que convierte el abuso sexual infantil en un delito, y al abusador en el responsable.
MITO 11. Si se habla de ello a muy temprana edad se les sexualiza ose pervierte su infancia.
Realidad. En lugar de atemorizarlos, la educación sobre el tema los ayudaría a desarrollar habilidades para protegerse. Es fundamental hablar con ellos, decirles que su cuerpo es suyo y que hay partes que son privadas y que nadie puede tocar. Que si eso ocurre, o hay algo que los incomoda, pidan ayuda. Como puede ser un tanto difícil tratar este tema os dejamos algunos recursos diferenciados por grupos de edad (click para acceder al enlace):
BY: Lucia.Moreno
Peritaje Penal
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Piromanía: Cuando el fuego lo arrasa todo
Seguramente esté fresco en la retina de todos, la imagen que está abriendo todos los telediarios sobre los incendios que están afectando a Asturias, Cantabria y otros puntos del norte de nuestro país. Además, en otras ocasiones, la cantidad de hectáreas calcinadas hacen enmudecer a toda España. Pero ¿quién provoca este desastre? En ocasiones puede ser causado por un descuido, pero tal cantidad de bosque, y además de forma simultánea en el tiempo, lleva a pensar claramente en un pirómano.
Con frecuencia el uso del término piromanía, suele ser erróneo por parte de los ciudadanos, por los medios de comunicación e incluso, por los propios organismos e instituciones públicas. Con este articulo no se pretende sino dar respuesta al verdadero significado de la piromanía como patología.
Atendiendo a la definición de la Real Academia Española (RAE), la piromanía se expresa como la tendencia patológica a la provocación de incendios. Según los manuales diagnósticos, sus características más importantes son la presencia de una conducta repetitiva de prender fuego sin motivo aparente, es decir, provocan incendios por puro placer, gratificación o liberación de tensión. Asimismo, presentan un intenso interés por elementos relacionados con el fuego y/o fascinación en la contemplación del mismo, un aumento de la tensión antes de producirlo y alivio emocional una vez realizado.
Es una enfermedad mental que, en sentido estricto, sólo la padece el 3% de los que inician los fuegos deliberadamente. La piromanía suele ser un síntoma de psicopatología subyacente, a menudo asociada con comportamientos agresivos.
Debido a la baja prevalencia de dicho trastorno, hay que distinguir a los pirómanos, los cuales, no tienen una motivación explicita para provocar el incendio; de los incendiarios, el cual, incendia con premeditación, por lucro, perjuicio o venganza, para ocultar un crimen, por ideología sociopolítica o para llamar la atención o ganar reconocimiento. Estas personas se mueven por la tristeza o la rabia y su intención es soltar alguna emoción que llevan guardada por o contra alguien; mientras que el pirómano solo quiere apreciar y sentir el incendio.
Las personas con piromanía típicamente inician el fuego de una forma poco organizada o apresurada. El perfil del pirómano es un varón joven, con una historia personal de frustraciones y desajustes emocionales, mal rendimiento escolar y profesional y, frecuentemente, con otros trastornos psiquiátricos.
En el momento de iniciar el fuego, el pirómano describe que se encuentra en un estado de conciencia alterado, pero a pesar de ello es consciente de lo que hace y no da importancia a los daños personales o materiales que pueda causar. Es más, muchos se mantienen en las cercanías del fuego o incluso participan en las tareas de extinción o de búsqueda del culpable.
En lo relativo a la psicología forense, la presencia de un diagnóstico psiquiátrico no presupone de entrada la no imputabilidad de una conducta delictiva. Hay que examinar los casos y los hechos de forma individual y singular. Evidentemente, la presencia de un trastorno psiquiátrico, en este caso, la piromanía puede disminuir el grado de libertad personal, y por lo tanto, ser considerada como un eximente. También resulta importante aclarar que no se establecerá el diagnóstico de piromanía si el comportamiento se explica mejor por la presencia de un trastorno disocial, un episodio maníaco o un trastorno antisocial de la personalidad.
¿Qué opináis acerca de este trastorno? ¿Queréis obtener más información? ¡Escribidnos un comentario o contactad con el Equipo de Aigolocis!
BY: Lucia.Moreno
Peritaje de Menores / Peritaje Penal
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La violencia de género en la adolescencia
A pesar de que se ha conseguido una mayor igualdad entre mujeres y varones, y se ha avanzado en la puesta en marcha de estrategias y programas para frenar la violencia de género (a partir de ahora VG), lo realizado hasta la fecha no parece suficiente para que ésta desaparezca.
Ya en otros posts (https://aigolocis.com/la-violencia-de-genero-no-es-solo-fisica/) se ha hablado sobre la VG, pero hoy nos queremos centrar en las relaciones afectivas adolescentes. Pensáis que ¿son violentas las relaciones de pareja que establecen las chicas y los chicos jóvenes, preadolescentes y adolescentes? ¿Existe violencia por razón de género en ellas?
Primero de todo, vamos a situarnos. La adolescencia, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es una etapa de la vida de las personas que va de los 10 y los 24 años; abarca la adolescencia inicial —de los 10 a los 14 años—, la adolescencia media y tardía —de los 15 a los 19 años— y la juventud plena —de los 20 a los 24 años. A través de estas etapas se suele alcanzar la maduración física, afectiva y cognitiva. Durante este periodo vital los individuos desean conseguir la independencia de los padres, están muy interesados en adaptarse a su grupo de referencia y quieren desarrollar su propia identidad sexual, moral y vocacional. La pareja es algo importante para los jóvenes actuales. La mayoría de los adolescentes españoles de más de 14 años tiene o ha tenido una relación afectiva a esa edad.
Aunque se puede pensar que la VG es solo cosa de los adultos, la realidad es muy distinta, pues ninguna mujer está exenta de sufrir violencia machista. Dramáticamente, la realidad nos desmonta la construcción de que ha habido una evolución positiva en el funcionamiento de las relaciones sexoafectivas adolescentes y en los estereotipos sobre las mujeres y el género femenino con respecto a las generaciones anteriores. No es cierto; o al menos, no es cierto mayoritariamente. En los últimos dos años la violencia machista entre adolescentes ha aumentado el 45%. ¿Cómo puede ser que el país con mayor compromiso por erradicar la violencia contra las mujeres esté viendo repetirse, y quizás incluso aumentarse, el grado y la intensidad de la que sufren las jóvenes por parte de sus parejas? Resulta incomprensible, pero es real.
La violencia en las primeras relaciones afectivas suele aparecer en una sola dirección, es decir, suele ejercerse por un miembro de la pareja hacia el otro, pero en ocasiones es bidireccional; ambos jóvenes se maltratan, se gritan o abusan el uno del otro. Esta conceptualización de violencia de pareja, creemos que se ajusta mucho mejor a la realidad adolescente y juvenil que los que se aplican a las parejas adultas.
Los estudios realizados sobre el tema muestran que la población joven y adolescente repite roles sexistas, con frases como “los celos son muestra de amor» o en que «los chicos pueden salir con muchas chicas, pero las chicas no pueden salir con muchos chicos». Asimismo, uno de cada tres jóvenes considera inevitable o aceptable en algunas circunstancias «controlar los horarios de la pareja», «impedir a la pareja que vea a su familia», o «decirle cosas que puede o no puede hacer».
Cuando las agresiones en la pareja aparecen a edades tempranas, las víctimas carecen de experiencia para realizar una valoración adecuada de lo que les está ocurriendo. Es más, el deseo de control o incluso la violencia verbal pueden iniciarse de forma sutil o ser justificados como una manifestación de amor, de forma que las víctimas se sienten desorientadas y confundidas. Además, el falso arrepentimiento mostrado por el agresor contribuye a reforzar la permanencia de la víctima en la relación violenta, haciéndole creer que la situación puede mejorar pero, en realidad, lo que produce es un aumento de la probabilidad de aparición de nuevas agresiones.
A pesar de la “menor” gravedad de la VG en adolescentes, hay que hacer hincapié en que en esta etapa de la vida comienzan las primeras relaciones de pareja, y que con frecuencia, estas experiencias afectivas se viven de manera intensa y pueden marcar, para bien o para mal, posteriores relaciones. Igualmente, es posible que esta violencia se extienda y perpetúe en sus relaciones afectivas adultas. Por ello, parece fundamental detectar los primeros indicios de comportamientos abusivos en las relaciones de pareja, para evitar que puedan derivar en malos tratos y otras conductas violentas de mayor gravedad y se trasformen en auténticas relaciones violentas.
Por todo lo expuesto, uno de los colectivos en los que más debemos incidir es el de la adolescencia. Las investigaciones señalan como vía de prevención para la violencia de género el saber de qué hablamos, conocer cómo empieza y evoluciona para alertar sobre el riesgo que pueden implicar las primeras fases y normalizar y aceptar el rechazo de la violencia en la propia identidad.
Por ello, os traemos un cómic “PILLADA POR TI” del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, que ilustra adecuadamente todo lo tratado en este post y que puede ser una herramienta muy útil para poner a disposición de los menores en edad escolar. A continuación, os dejamos algunas ilustraciones del cómic ¿queréis saber cómo termina la relación entre Olivia y Martín? ¡Pincha para descargar el cómic!
BY: Lucia.Moreno
Peritaje Penal
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La cárcel de las drogas: su relación con la delincuencia
En los últimos años se ha producido un incremento tanto en el número de consumidores habituales de drogas, como en el de sujetos que realizan actividades delictivas. Es por ello por lo que ha despertado el interés entre investigadores, políticos, legisladores y medios de comunicación de masas a lo largo de los últimos años. Este interés ha venido motivado principalmente por los elevados costes que representan para la sociedad.
En primer lugar, se ha considerado importante distinguir atendiendo a la relación del comportamiento que el sujeto establece con las drogas, entre consumidor ocasional, consumidor habitual no dependiente y drogodependiente.
- El consumidor es un individuo que hace su experiencia con la droga de modo irregular y en circunstancias de excepción, tiene posibilidades de interrumpir la ingestión sin consecuencias, manteniendo una buena relación con la realidad circundante.
- El consumidor habitual no dependiente sería aquel que utiliza el fármaco regularmente, pero sin ser esclavo del mismo, que puede parar, aunque sea preciso un gran esfuerzo y tiene de todas maneras necesidad del fármaco para sentirse mejor o para no sentirse peor, pero mantiene intereses que le permiten una existencia cercana a un estilo de vida normal.
- Finalmente, el drogodependiente sería aquél cuya vida emotiva y práctica está completamente dominada por la necesidad del fármaco y de sus efectos. Sufre una desesperada necesidad de ingerir la sustancia y de procurársela a cualquier precio y experimenta un enorme debilitamiento de todos los demás intereses y ligámenes con la realidad de los otros (1).
Es de sobra conocida la posible “relación” existente entre el consumo de drogas y el hecho de cometer una conducta delictiva, más allá del mero consumo o posesión de sustancias que pueden ser ilegales. Pero ¿existe realmente esta relación? En comparación con la población general, los delincuentes presentan elevadas tasas de consumo de drogas y es frecuente que pertenezcan a ese grupo los consumidores problemáticos de drogas. Sin embargo, la relación entre drogas y delincuencia no es ni sencilla ni lineal. Tampoco es generalizable: muchos delincuentes reincidentes no consumen drogas y muchos drogodependientes no cometen delitos.
Hay que evitar la estigmatización porque el consumo de drogas no conduce inexorablemente a conductas delictivas, como robos, asaltos o violaciones, ni siquiera entre las personas que las consumen regularmente o que han desarrollado una adicción.
Ahora bien, en el caso en que se realiza un acto delictivo, hay que distinguir tres tipos de delincuencia: aquella que es inducida (comisión de delitos bajo la influencia de drogas), delincuencia funcional (comisión de delitos para obtener dinero y comprar drogas) y delincuencia relacional (comisión de delitos relacionados con el tráfico y comercio de drogas).
Y teniendo en cuenta lo anterior, ¿son las drogas las que llevan a la delincuencia o es ésta la que favorece el consumo de estas sustancias? Es importante diferenciar entre el drogadicto-delincuente, que delinque directamente por los efectos de la droga o por su carencia (delincuencia inducida, funcional o relacional) del delincuente-drogadicto, que frecuentemente presenta un trastorno antisocial o narcisista de base y cuenta con un amplio historial criminológico, en el que el consumo de drogas es un hecho tangencial (2). Pues el fenómeno de la actividad delictiva no tiene sus raíces sólo en el consumo abusivo de drogas. El entorno, la personalidad del sujeto, los trastornos mentales y de personalidad, así como el apoyo familiar y social, modulan la posibilidad de ese consumo y la probabilidad de cometer actos delictivos (3).
En relación al ámbito forense, el objetivo de las diferentes pruebas periciales en asuntos de drogodependencia es afinar respecto a la posible aplicación de supuestos de modificación de la imputabilidad, en términos de modificación de las capacidades cognitivas (capacidad de comprender el alcance o trascendencia del comportamiento) y volitivas (capacidad para controlar sus actos o de actuar conforme a la comprensión de su conducta). Con mucha frecuencia se solicita al perito dictaminar sobre la drogodependencia del acusado, diferenciando el consumo ocasional o errático de una posible intoxicación (incluso psicosis inducida) o síndrome de abstinencia en la época de los hechos, así como indicar si se trata de un traficante por miedo o estado de necesidad. Y todo ello para buscar algún tipo de exención o atenuación de la responsabilidad en la comisión de diversos hechos delictivos. Si tenéis dudas o queréis hacernos una consulta específica sobre este u otros asuntos, no dudéis en escribirnos a través del formulario de contacto.
Referencias:
1. González Zorrilla, C. (1983). Drogas y cuestión criminal. En El pensamiento criminológico: estado y control (pp. 179-220). Península.
2. Echeburúa, E., y Fernández-Montalvo, J. (2007). Male batterers with and without psychopathy: An exploratory study in Spanish prisons. International Journal of Offender Therapy and Comparative Criminology, 51, 254-263.
3. Delgado, S., Maza, J. M., y De Santiago, L. (2013). Violencia y drogas. Aspectos jurídico-penales en drogodependencias. En S. Delgado y J. M. Maza (Eds.), Psiquiatría Legal y Forense (pp.1213-1256). Barcelona: Bosch.
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¿Cómo es la mente de un psicópata?
“Algo no va bien en nuestro tiempo cuando seguimos inmersos en discusiones bizantinas. Personas normales, desde luego, no lo son: entienden la diferencia entre el bien y el mal, pero disfrutan haciendo el mal, viven para hacer el mal, y eso no es muy normal que digamos”. (Sanmartin, 2010).
Pues bien, si existe una conformación de personalidad patológica que los datos empíricos han correlacionado con alta probabilidad delincuencial, y especialmente de contenido violento, esa es la PSICOPATÍA (Monahan y cols., 2001).
¿Qué es realmente la psicopatía? Podemos entenderla como “un trastorno de la estructura de personalidad fruto de una conformación anómala de rasgos temperamentales que puede expresarse con desajustes comportamentales diversos” (Muñoz-Vicente, 2011). Ha resultado de enorme interés en el ámbito de la psicopatología criminal y forense, pues tiene una elevada probabilidad de vulnerar la normativa social y, por tanto, de entrar en colisión con el sistema judicial (Vaughn, Howard y DeLisi, 2008). Además, el psicópata tiene tres veces más de probabilidades de reincidencia delictiva y el doble de probabilidad de riesgo de criminalidad violenta (Hare, 2003)
El psicópata tiene exacerbados los componentes cognitivos (posee una inusual destreza para percibir el estado emocional del otro e incluso puede asumir su perspectiva) lo que le pone en una situación privilegiada para identificar a los sujetos vulnerables (víctimas propiciatorias). Igualmente, cuenta con amplio repertorio de habilidades de manipulación, tiene una gran capacidad interpretativa, con carácter seductor y persuasivo (González, y González-Trijueque, 2014). Son magníficos manipuladores de los demás, utilizándoles como meros objetos para conseguir sus propios objetivos.
Sin embargo, carece de la capacidad para experimentar la emoción que el otro está sintiendo (componente afectivo). En definitiva, el psicópata es capaz de comprender las consecuencias de sus actos, pero es incapaz de sentir los efectos de los mismos, por lo que la probabilidad de expresión de conductas violentas severas es muy alta (insensibilidad a las señales de dolor y sufrimiento de la víctima). Analizan los sentimientos de una forma totalmente fría, racional y calculadora. Igualmente, existe una falta de remordimiento por su conducta, suele haber una tendencia a la reiteración en la violación de los derechos de los otros y una racionalización de sus actos, los cuales, desentonan con sus verbalizaciones de arrepentimiento.
Fuente: González, y González-Trijueque (2014)
Pero, ¡ATENCIÓN! Todos estos datos no nos deben hacer caer en la visión simplista de entender la psicopatía como sinónimo de criminalidad, ¿por qué?
• No todos los delincuentes son psicópatas. Es un error identificar psicopatía con delincuencia, si bien es muy fácil caer en este error si no atendemos los aspectos interpersonales y afectivos que se acaban de comentar.
• No todos los psicópatas caen en la delincuencia. En este caso, los psicópatas son auténticos camaleones capaces de adoptar el camuflaje social más conveniente a sus intereses en cada momento, abusando emocionalmente en muchas ocasiones de las personas de su entorno para así lograr sus deseos sin tener que recurrir a actos delictivos (González, y González-Trijueque, 2014).
• No todos los psicópatas son criminales violentos.
Una vez que conocemos las principales características de un psicópata, puede venirnos a la cabeza la pregunta de si ¿un psicópata nace o se hace? Uno de los autores más destacados en el estudio de la psicopatía es Robert Hare, el cual, en uno de sus libros más destacados (“Sin conciencia”) sostiene que los psicópatas nacen, no se hacen. Las investigaciones apuntan a que la psicopatía tiene rasgos genéticos (el distinto desarrollo en algunas zonas del cerebro). No obstante e indudablemente, el ambiente puede influir exacerbando el comportamiento de una persona con psicopatía.
Entonces… ¿qué podemos hacer para protegernos de individuos con personalidades psicopáticas? ¿son efectivos los tratamientos que se realizan en instituciones penitenciarias? ¿es posible la reinserción? Si deseas conocer la respuesta a estas preguntas, no te pierdas los próximos posts.
Referencias:
- González, R. R., y González-Trijueque, D. (2014). Psicopatía: Análisis criminológico del comportamiento violento asociado y estrategias para el interrogatorio. Psicopatología Clínica Legal y Forense, 14(1), 125-149.
- Hare, R. D. (2003). Sin conciencia. El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean. Barcelona: Paidós
- Monahan, J., Steadman, H. J., Silver, E., Appelbaum, P. S., Robbins, P. C., Mulvey, E. P., … y Banks, S. (2001). Rethinking risk assessment: The MacArthur study of mental disorder and violence. Oxford University Press.
- Muñoz-Vicente, J. M. (2011). La Psicopatía y su Repercusión Criminológica: Un modelo Comprehensivo de la Dinámica de Personalidad Psicopática. Anuario de Psicología Jurídica, 21, 57-68.
- Sanmartin, J. (2010). Prólogo al libro de Pozueco, J. M. Psicópatas integrados: Perfil psicológico y personalidad. Madrid: EOS Colección Psicología Jurídica.
- Vaughn, M., Howard, M. O. y DeLisi, M. (2008). Psychopathic personality traits and delinquent careers: An empirical examination. International Journal of Law and Psychiatry, 31, 407–416
BY: Lucia.Moreno
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La Violencia de Género no es solo física
Hoy la forma de comenzar el post, es un poco diferente al resto de artículos que se han escrito. Antes de comentar sobre qué vamos a hablar, os dejamos una serie de frases para leer y reflexionar. Allá vamos:
- “Ella me hizo que la pegara, todo el día me está provocando»
- “Solo la agarré para que me dejara en paz»
- “Quien no es celoso es porque realmente no ama a su pareja»
- “A veces los golpes son necesarios»
- “Pegar a mi mujer delante de los niños no importa, ellos no son conscientes»
- “El alcohol tuvo la culpa de lo que hice»
- “No me acuerdo de nada”
- “Ella no es un ángel»
Hora de reflexionar sobre las mismas… Tomaos vuestro tiempo…¿Ya?
Pues bien, debido a que el 25 de Noviembre es el Día Internacional contra la Violencia de Género, queremos dedicar el post de hoy a hablar de esta problemática ya que es una de las más importantes con la que se enfrenta la sociedad de nuestros días.
Desde un punto de vista clínico, la Violencia de género (a partir de ahora VG) se refiere a las agresiones físicas, psicológicas, sexuales o de otra índole, llevadas a cabo reiteradamente por parte de un hombre sobre la mujer donde ha existido una relación afectiva con o sin convivencia, con la intención de intimidar, atemorizar o forzar. Son pocas las parcelas de la vida de la mujer que no se ven alteradas debido a la situación de maltrato creada repercutiendo en la salud tanto a corto, como a largo plazo.
Todas las formas de violencia están interrelacionadas, sin embargo, los datos de investigación nos indican que las agresiones psicológicas predicen los primeros episodios de violencia física, de forma que el maltrato físico estaría íntimamente relacionado con el maltrato emocional para controlar y dominar a la pareja.
Intentamos no hacerlo, pero cuando vemos algunos casos de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas, a veces es inevitable el preguntarse por qué no paró esos golpes, por qué no acudió en busca de ayuda, o por qué no denunció. Preguntas fáciles cuando a quien se le cuestionan es una persona que se encuentra bien, que no tiene excesivos problemas, que se siente querida por los suyos. Pero de las más difíciles de contestar si a quien se le inquiere es a una mujer maltratada, dominada, atemorizada y cuya autoestima está literalmente en el suelo. En la mayoría de los casos, la respuesta siempre es la misma, el miedo. No es sólo miedo al maltratador, es miedo incluso a los demás, al qué dirán, a perder a sus hijos, a no saber cómo sobrevivir cuando se acabe la relación.
La VG tiene una explicación multicausal, por lo que los agresores no presentan unas características sociodemográficas, psicopatológicas, o de personalidad homogéneas que sean fácilmente identificables. No existe un perfil del maltratador, sin embargo, sí que existen algunos factores de riesgo que están implicados en la agresión a la pareja. Algunos de estos pueden ser las distorsiones cognitivas sobre la mujer, las creencias que tratan de minimizar y justificar la violencia (véanse las frases con las que comenzamos el post), los celos, la necesidad de poder y controlar, un déficit en habilidades sociales y comunicativas, factores afectivos como ira, hostilidad, baja autoestima, dependencia, así como, el uso y abuso de sustancias, principalmente de alcohol. Todos estos factores, son modificable desde el punto de vista clínico, siendo el tratamiento psicológico de los agresores una vía de rehabilitación y reinserción social.
Finalmente, la labor forense relativa a dicha cuestión debe tener en cuenta, principalmente, tres aspectos o áreas de valoración. En primer lugar, establecer que el maltrato y la violencia psicológica ha tenido lugar, en segundo lugar valorar las consecuencias psicológicas (lesión psíquica o secuelas) de dicho maltrato, y por último, establecer y demostrar el nexo causal entre la situación de violencia y el daño psicológico (lesiones psíquicas y secuelas emocionales).
En todo este proceso, debemos tener en cuenta la posible victimización secundaria que pueden sufrir las víctimas, haciéndoles “revivir” varias veces su sufrimiento en una relación asistencial (médica, jurídica, psicológica, social, etc.). La victimización secundaria puede llegar a tener graves implicaciones tanto para la propia víctima como para el sistema penal. Para la primera, porque los efectos negativos señalados anteriormente pueden potenciar sentimientos adquiridos por la victimización causada por el propio delito. Y para el sistema penal, porque estos daños e inconvenientes, que pueden empeorar la situación de las víctimas, pueden producir determinadas reticencias en la ciudadanía a colaborar con el mismo, e incluso pueden provocar que muchas mujeres víctimas de violencia de género retiren su denuncia, perdiendo el proceso penal parte de su eficacia.
Para finalizar, nos gustaría transmitir un mensaje optimista y esperanzador. Es cierto que la cantidad de víctimas es alarmante y que la VG no tiene trazas de desaparecer próximamente, pero también es cierto que no todos los casos acaban de forma trágica. Hay muchas mujeres que logran salir de su situación y consiguen empoderarse (Fariña, Arce, 2006). También hay muchos agresores de género que consiguen reeducarse y adquirir otros patrones de comportamiento (Arce y Fariña, 2009). Poco a poco, nuestra sociedad está cada vez más concienciada sobre la importancia de la igualdad de género y de derechos, aunque sin duda, se están dando pasos adelante, no debemos conformarnos. Está en nuestra mano fomentar y extender una buena praxis que nos permita ser un recurso efectivo y reparador para la recuperación de una víctima, así como para conseguir la mejor actuación multidisciplinar jurídico-psicológica.
Referencias:
Arce, R., y Fariña, F. (2006). Psicología del testimonio y evaluación cognitiva de la veracidad de testimonios y declaraciones. En J. C. Sierra, E. M. Jiménez y G. Buela-Casal (Coord.), Psicología forense: Manual de técnicas y aplicaciones (pp. 563-601). Madrid: Biblioteca Nueva.
Arce, R., y Fariña, F. (2009). Evaluación psicológica forense de la credibilidad y daño psíquico en casos de violencia de género mediante el sistema de evaluación global. Violencia de género. Tratado psicológico y legal, 147-168.
BY: Lucia.Moreno
Peritaje Penal
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¿Son los delincuentes sexuales sujetos de alto riesgo de reincidencia?
Hoy en nuestro blog, queremos hacer mención a una problemática social que se encuentra en el punto de mira de los medios de comunicación, y que preocupa sobre todo a los ciudadanos. Para ello, antes de empezar el post, nos vinieron a la cabeza varias preguntas, las cuales, vamos a ir contestando poco a poco a lo largo del artículo; la primera trata sobre ¿qué es la violencia sexual?, ¿cuál es el porcentaje de agresiones sexuales que se da en nuestro país? y una última que consideramos fundamental ¿son reincidentes los agresores sexuales? Si quieres conocer las respuestas, sigue leyendo.
En primer lugar, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como: “todo acto sexual, la tentativa del mismo, los comentarios o las insinuaciones sexuales para utilizar la sexualidad de una persona mediante coacción, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”. Es decir, ocurre cuando alguien fuerza o manipula a otra persona a realizar una actividad sexual no deseada sin su consentimiento, implicando unos efectos que pueden ser devastadores para las personas, familias y comunidades.
Seguidamente, al ser un campo especialmente complejo y problemático de análisis psicológico, cuando se habla de agresión sexual hay que tener en cuenta dos aspectos: el primero y más preocupante es que se desconoce el número real de agresiones sexuales. Los delitos sexuales encarnan una mínima proporción de la delincuencia (en torno al 1% del total de los delitos denunciados); no obstante, se sabe que la delincuencia sexual presenta una elevada cifra negra, por lo que cabe pensar que este porcentaje, si pudieran conocerse todos los delitos, como mínimo se duplicaría (1). El segundo de los aspectos es que no existen perfiles de personalidad prototípicos o característicos de ningún agresor sexual.
Aunque no existe como tal este perfil, la investigación sobre el tema, nos apunta a que los agresores sexuales suelen presentar problemas de tres tipos diferentes aunque interrelacionados: en sus preferencias sexuales, en su conducta social, y en sus cogniciones o pensamientos sobre las mujeres y su papel en la sociedad, sobre la sexualidad, y sobre las normas y valores sociales y legales acerca de qué puede y no puede hacerse en términos de comportamiento sexual humano. Estas creencias erróneas orientan su conducta sexual de una manera inapropiada, y, además, les permite justificar estos actos (2). Todo ello, deberá ser parte del tratamiento en los programas de intervención y prevención, siendo imprescindible que el individuo aprenda, por un lado, a controlar su conducta sexual inaceptable (la agresión sexual) y, por otro, mejore sus hábitos sexuales normalizados.
Contestando a nuestra última pregunta planteada, suele existir la creencia generalizada de que los delincuentes sexuales presentan una casi segura probabilidad de reincidencia, pero… ¿es esto realmente así? ¿son los delincuentes sexuales sujetos de alto riesgo de reincidencia? Los estudios no apoyan esta idea, encontrándose de hecho que tienden a reincidir menos que otros tipos delictivos y cuando reinciden lo hacen con mayor frecuencia en delitos no sexuales (3).
Entre las características que distinguen a los sujetos reincidentes de los no-reincidentes existen factores de riesgo inmodificables, que constituyen aspectos de su propia individualidad (p.ej., edad más joven, elevado perfil psicopático, alta excitabilidad sexual) o de su experiencia pasada (p.ej., mayor duración de la carrera criminal, trayectorias laborales inestables, perfil de víctimas desconocidas).
A pesar de que los agresores reincidentes sean una minoría, un objetivo de la psicología clínica, legal y forense debe enfocarse en ellos, sin olvidarnos en absoluto de las víctimas, pues todos los estudios concluyen que de entre todos los tipos de malos tratos, las agresiones sexuales, son las que presentan un mayor impacto psicológico.
De este modo, las repercusiones que sufre la víctima se pueden dividir en dos tipos: victimización primaria y secundaria. La primaria, sería la que engloba el impacto psicológico que tiene la agresión sobre la víctima; mientras que la secundaria, haría referencia a la interacción con los diferentes actores sociales como jueces, fiscales o policía con el fin de obtener una declaración, y/o el cuestionamiento que en ocasiones se realiza acerca del testimonio de la víctima basado en la constitucional presunción de inocencia del victimario (4).
En lo que respecta al equipo de Aigolocis, una parte primordial de nuestro trabajo consiste en no incrementar el sufrimiento de las víctimas, evitando en lo que esté en nuestra mano esta victimización secundaria. Si desea obtener más información sobre los informes periciales relacionados con este ámbito, no dude en consultarnos.
Referencias:
(1) Terry, K. J. (2006). Sexual offenses and offenders: Theory,practice, and policy. Belmont, CA: Thomson Wadsworth.
(2) Illescas, S. R., Pérez, M., y Martínez, M. (2007). El riesgo de reincidencia en agresores sexuales: investigación básica y valoración mediante el SVR-20. Papeles del psicólogo, 28(3), 187-195.
(3) Herrero, O. (2013). ¿ Por qué no reincide la mayoría de los agresores sexuales?. Anuario de psicología jurídica, 23.
(4) Durán, M., Moya, M., Megías, J. L., y Viki, G. T. (2010). Social perception of rape victims in dating and married relationships: The role of perpetrator’s benevolent sexism. Sex Roles, 62(7-8), 505-519.
BY: Lucia.Moreno
Peritaje de Menores / Peritaje Penal
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Violencia filio-parental
En los últimos años, las agresiones protagonizadas por adolescentes y jóvenes hacia sus padres, se ha convertido en un motivo de alarma social. Por ello, en el día de hoy, os traemos un post sobre lo que se conoce como violencia ascendente o más comúnmente violencia filio-parental.
La violencia familiar puede manifestarse de diferentes formas, y aunque la mayoría de artículos, investigaciones y referencias sobre el tema se centran en el maltrato infantil, existen otras formas de maltrato, siendo una de ellas la filio-parental. Por todo ello, podríamos definirla como aquella a través de la cual el menor exhibe conductas de maltrato contra sus progenitores, consciente e intencionalmente, a lo largo del tiempo y de forma reiterada, causándoles sufrimiento y/o daño. Pudiendo utilizar la violencia psico-emocional, física y/o económica con el fin de obtener el control, el dominio y el poder sobre ellos para así conseguir lo que desea, en detrimento de la autoridad, autoestima de su progenitor/es (1).
Debido a que estamos en un contexto forense, y por ende, relacionados con el derecho, mencionar que este tipo de violencia aparece tipificada en el artículo 173(2) del Código Penal, denominándose “malos tratos habituales en el ámbito familiar”.
Pero… ¿qué es lo que puede llevar a un niño/adolescente a realizar estos actos? La realidad es que no podemos contestar a esta pregunta, pues no existe un perfil clínico exacto, estando influido por una gran cantidad de variables. Del mismo modo, este articulo pretende distinguir este tipo de violencia que podría ser protagonizada por hijos aparentemente normalizados, sin necesidad de padecer problemas de drogadicción, académicos, abusos o maltrato anteriores, de la violencia más “tradicional” (2). Estos hechos, conlleva para los profesionales tener en cuenta además de los factores individuales, factores familiares y sociales.
Igualmente, debemos atender al ciclo que se puede generar con la misma. Se ha observado que cuanto más extrema sea la conducta del hijo o de la hija, más predispuestos se mostrarán los progenitores a obtener su tranquilidad mediante concesiones, transmitiendo al menor el mensaje de que son demasiado débiles para defenderse ante sus amenazas, acostumbrándose a conseguir lo que quiere por la fuerza y sus víctimas a someterse. No obstante, los progenitores también pueden actuar de manera más contundente y hostil contra su hijo o hija maltratador, adoptando una forma defensiva, pudiendo llegar a utilizar los mismos tipos de violencia a los que han sido sometidos por sus hijos (1). De este modo podría aparecer un ciclo de violencia bidireccional (parentofilial y filio-parental).
¿Qué se puede hacer en estos casos? En primer lugar, solicita ayuda profesional, pues toda estrategia de prevención debe consistir en romper la dinámica coercitiva del ciclo que se establece entre los hijos violentos y sus progenitores, siendo fundamental intervenir en el progenitor o progenitores como víctimas que son, como sobre el menor como sujeto responsable del maltrato.
Referencias:
(1). Molla-Esparza, C. & Aroca-Montolío, C. (2017). Menores que maltratan a sus progenitores: definición integral y su ciclo de violencia. Anuario de Psicología Jurídica, 1-7.
(2). Serra, A. N. (2013). El fenómeno de la violencia filio-parental: Un proyecto de prevención. Trabajo fin de máster, Facultad de Psicología-Universidad complutense de Madrid, España.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]